Ernesto OñatePublicado: 11 de octubre, 2021 / Modificado: 11 de octubre, 2021
Bajo cualquier apariencia, y desde cualquier origen, la obra de arte es energía. Es una energía constituida, en su esencia, de pensamiento; por tanto, su principal característica es su capacidad de transformación. En cada época, en cada momento, en cada lugar y en cada circunstancia, ha existido, y existe, un arte distinto que es fruto de la energía-pensamiento de su contexto.
La energía del sol, que contiene el espectro completo de luz visible, al iluminar la naturaleza, refleja toda la gama de colores y tonalidades. Es así cuando la luz cobra su sentido de visibilidad, cuando se refleja en la materia.
Lo que nos puede emocionar no es la luz, es el suceso, es lo que sucede a través de la luz.
El artista proyecta su energía a través de su obra, y esta energía cobra sentido, es arte, cuando el sentimiento se refleja en el espectador. Sólo si se da esta posibilidad, tiene sentido hablar de arte.
El artista proyecta un sentimiento en un objeto, le atribuye un contenido espiritual. Pero, el mensaje, la energía, ha de llegar al receptor, ha de suceder la emoción. Entonces, y sólo entonces, es arte. O mejor, el arte ha sucedido. Como el eclipse o la puesta de sol: el arte sucede.
El arte es el acontecimiento que tiene lugar cuando la energía que contiene la obra artística conecta espiritualmente con el espectador, lo emociona y eleva su alma a un nivel en el que lo importante es la verdad, la bondad y la belleza.
- Ernesto Oñate