Luis y los dominantes
Mi sueño de poder viene sobre mí cuando mis ojos están abiertos. El tormento de mi alma, crecido en los crímenes de la humanidad contra lo que nos rodea, lo vivo cuando mis ojos están cerrados. Ojalá mis manos fueran tan grandes para proteger todo lo que está en peligro. Ojalá mis brazos fueran tan largos para levantar todo lo que amenaza a la humanidad. Aunque la ecuación es sencilla, quién tiene derecho al planeta, la solución es más lejana que la esperanza de un cambio de mentalidad de dominio. Así que lo único que queda es el grito de impotencia. Un grito del que Luis ya no es capaz, es el último de su especie.